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Cuba: “Correr con esperanza el corazón y sueños en la cabeza”

4 mayo, 2021 | Víctor Kevin Almeida Rodríguez

El relevo 4x400 cubano se llevó el oro en la cita del pasado fin de semana en Polonia, lo que las clasifica para los Juegos Olímpicos de Tokyo

Relevo cubano 4x400. Foto: World Athletics

Si antes de este fin de semana me hubiesen preguntado sobre el 2 de mayo, simplemente hablaría del fin de la Batalla de Berlín (2 de mayo) en 1945 durante la Segunda Guerra Mundial, o de la muerte de Osama Bin Laden ese mismo día pero de 2011, incluso, en un ámbito más deportivo, comentaría sobre la victoria del Benfica en la Copa de Europa de 1962 ante el poderoso Real Madrid.

No obstante, algo pasó este fin de semana en Polonia que modificó mis respuestas sobre el 2 de mayo. A más de 5500 millas de La Habana, justamente en una región histórica como lo es Silesia, cuyo nombre enmarca la mística alrededor de los bosques, montañas y ríos de la zona centroeuropea, cinco cubanas colocaron a la Mayor de las Antillas en lo más alto del Campeonato Mundial de Relevos de Chorzow luego de ganar el 4×400 metros.

Sus nombres, Zurian Hechavarría, Rose Mary Almanza, Lisneidy Veitía, Roxana Gómez y Sahily Diago, esta última, si bien no compitió, es parte fundamental de la hazaña. Solo quienes conocen la historia del atletismo nacional y la contrasta con los resultados actuales del campo y pista criollo, se dará cuenta de la importancia de esta victoria, sus consecuencias e impacto.

Ha sido un año y medio muy difícil para todos. La crisis sanitaria derivada por el COVID-19 canceló eventos, programas de entrenamientos, giras internacionales y cortó el impulso con el cual se venía trabajando para llegar a Tokio. Sin duda alguna, de los atletas más perjudicados están los cubanos, privados de competencias foráneas, aunque ni por un momento cesaron las prácticas de cada uno de ellos.

A Chorzow irían con fuerzas, el contexto presagiaba un buen resultado para las criollas. Zurian Hechavarría mejoraba día por día en los 400 metros con vallas; Lisneidy mostraba por qué fue olímpica en Río 2016, Roxana, sublime, la mejor cubana a día de hoy en la vuelta al óvalo tras obtener el boleto a Tokio 2020 hacía solo unas semanas; a Rose Mary y Sahily, aunque corredoras de 800 metros, la base de entrenamiento en Guatemala había dado frutos.

Sé que muchos pensarán en la inasistencia de Estados Unidos y Jamaica como punto clave, pero allí estaba Polonia, subcampeona mundial, Holanda, titular europea, y Gran Bretaña, cuartas en Doha hace dos años.

Emparejadas con Kenia, Francia y Holanda en el segundo heat, la estafeta cubana salió a buscar la clasificación olímpica desde el primer momento. Hechavarría abrió el tramo inicial y, desde entonces, no perderían ventaja pese al embate final de una de las mejores corredoras de la actualidad, la neerlandesa Femke Bol. El tiempo cronometrado por las cubanas en la clasificación, 3:27.90, no solo lideró la etapa preliminar, sino que fue el mejor crono para un relevo nacional desde hacía más de siete años.

Para la final, las condiciones cambiaron, ya no era solo una posibilidad, el tiempo de las criollas auguraba la obtención de una medalla de cualquier color, aunque confieso nunca esperé el oro. La posta holandesa partía como favorita, y es que tener a Femke Bol, Lieke Klaver y Lissan de Witte en un mismo equipo te otorga esa distinción. Por otro lado, las polacas querían coronarse en su tierra, mientras las británicas, lideradas por Lavai Nielsen y Jessie Knight, soñaban con escalar a lo más alto del podio.

El carril cuatro fue testigo de la arrancada de Zurian Hechavarría, serena, con buen paso, entregado el testigo en tercera posición tras los primeros 400 metros. Le llegó el turno a Rose Mary Almanza, con la maña de los 800 m, tomando las curvas por dentro y acelerando en las rectas. La tercera, Lisneidy Veitía corrió con el corazón, volvía a representar a Cuba en un certamen internacional y aguantó toda su vuelta a Femke Bol.

Últimos 400 metros, las esperanzas de Cuba se depositaron en una joven de solo 21 años, Roxana Gómez, siempre detrás de Klaver (Holanda) y Knight (Gran Bretaña), aguardando su momento, ese que llegó en los últimos 150 metros cuando decidió correr la curva por fuera, algo que solo las grandes saben hacer. Superó a todas cuando faltaban 100 metros, impulsada, diría yo, por los cubanos que detrás de una pantalla la observaban y por los gritos de la delegación cubana que, desde la grada, enardecían el ambiente de rojo, blanco y azul.

Impecable llegó a la meta, virtuosa, como si quisiera seguir corriendo. Había ganado Cuba, y muchos no lo creíamos. Habían corrido nuestras guerreras, nuestras diosas Nike, no precisamente la marca deportiva, sino la diosa de la victoria en la mitología griega personificada en cuatro chicas caribeñas en el estadio Estadio Slaski.

Hubo llantos, abrazos, y mucha euforia, pero nada como como el orgullo de quienes sienten por su país, de quienes, a pesar de las dificultades, se crecen en momentos grandes. La leyenda del campo y pista, Emil Zatopek, dijo una vez que un atleta debía correr con esperanza en su corazón y sueños en su cabeza. Esta frase resume la esencia del atletismo, reflejada ayer en las cubanas, a quienes exaltaré con orgullo cuando, alguna vez, me pregunten por el 2 de mayo.

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